martes, 25 de noviembre de 2008


Más de 2.800 aragoneses ya han hecho testamento vital
El 46% pide que no se prolongue su vida artificialmente, el resto son testigos de Jehová

Begoña Sierra Zaragoza 18/11/2008

¿Se debe alargar la vida lo máximo posible o hay que marcar unos límites que garanticen una muerte digna y acorde a las creencias religiosas?
Esta es la pregunta clave que se han planteado los 2.803 aragoneses que a fecha de ayer han hecho testamento vital para que se cumplan sus deseos sobre el tratamiento médico que desean recibir al final de sus días. Aragón dispone desde el año 2003 de un Registro de Voluntades Anticipadas que facilita este tipo de documentos para que quede constancia de los deseos de estas personas y se respete su voluntad en el caso de que queden incapacitados para tomar decisiones a causa de un accidente o una enfermedad.
El 56,5% de los solicitantes son testigos de Jehová que muestran su rechazo a recibir cualquier tipo de transfusión de sangre o hemoderivados que vaya en contra de sus creencias.
El resto pide cuidados paliativos y que no se prolongue su vida de forma artificial. Javier Quintín, responsable del Registro de Voluntades de Aragón, explica que en este caso los solicitantes rechazan que se les alargue la vida con medidas de soporte vital cardiorespitarorio y otros medios artificiales, lo que se conoce como limitación del esfuerzo terapéutico (LET).
Además, muestran su deseo de recibir una medicación que frene el dolor aun en el caso de poder acortarles la vida. "Hablamos de horas. Por ejemplo, el suministro de morfina puede provocar algún problema respiratorio y adelantar el fallecimiento", detalla.
El porcentaje de quienes deciden donar su cuerpo a la ciencia roza el 6%. Otros plasman que se transplanten sus órganos a otra persona, con un 25%. Los últimos datos del Registro de Aragón revelan que el perfil de los demandantes lo componen mujeres de más de 50 años que en su mayoría han tenido a su cuidado a familiares y ancianos "a los que han visto sufrir", detalla.

viernes, 14 de noviembre de 2008

El "encarnizamiento legislativo del Estado Español"

“En una sociedad en la que poco o nada se habla sobre el proceso de morir, en la que la muerte es un verdadero tabú, el legislador ha aprobado en la última década cerca de treinta normas que abordan este problema. Podría decirse que el legislador, con el fin de evitar el encarnizamiento terapéutico, está provocando un verdadero encarnizamiento legislativo”. (Federico de Montalvo)
Recogemos el artículo de opinión publicado en El día de Ciudad Real

Mientras el paro supera la cifra de 2.800.000, y creciendo – verdadera preocupación de los ciudadanos –, y un grupo “monocolor” de expertos y la Comisión de Igualdad del Congreso de los Diputados preparan la ampliación del inexistente “derecho” al aborto, se ha iniciado una campaña mediática a favor de la eutanasia, que sólo preocupa a un minoritario grupo de “progresistas”.
Recientemente la Asociación Federal del Derecho a una Muerte Digna se reunió con el Ministro de Justicia, Fernández Bermejo trasladándole su interés para que se lleve a cabo una regulación legal de la eutanasia. Resulta obsesiva la actitud que en los últimos años tiene el legislador, tanto estatal como autonómico, por regular el proceso de morir. Para el profesor de Derecho Constitucional, Federico de Montalvo. “En una sociedad en la que poco o nada se habla sobre el proceso de morir, en la que la muerte es un verdadero tabú, el legislador ha aprobado en la última década cerca de treinta normas que abordan este problema. Podría decirse que el legislador, con el fin de evitar el encarnizamiento terapéutico, está provocando un verdadero encarnizamiento legislativo”.

Consideramos imprescindible acotar los conceptos, pues estamos ante cuestiones tan decisivas como las concernientes a la vida y la muerte. Por ello, recordamos, con la doctrina más solvente y generalizada, que eutanasia es “la acción u omisión, por parte del médico u otra persona, con intención de provocar la muerte del paciente terminal o altamente dependiente, por compasión y para evitarle todo dolor”. Entre otros conceptos importantes sobre esta materia, tenemos el “ensañamiento terapéutico”, cuando se aplican tratamientos inútiles o, sin son útiles, desproporcionadamente molestos para el resultado que se espera de ellos.

El pasado 27 de octubre un grupo de docentes presentaron la plataforma “Profesores universitarios en Defensa de la Muerte Natural”. Parten de que “la vida del ser humano es inviolable, por su dignidad intrínseca que no puede estar sujeta a gradaciones, ya que es universal, independiente de la situación de edad, salud o autonomía que se posea, y está radicalmente vinculada a los derechos humanos fundamentales”.
De esa dignidad, inherente a toda vida humana, germina el derecho irrenunciable de todos a la vida, siendo deber inexcusable del Estado protegerla y cuidarla, incluso cuando la persona, su titular, parezca no darle valor.
En cumplimiento de este deber, señala la plataforma, “los Estados más responsables reconocen el derecho de toda persona a los cuidados de salud más avanzados, pero, por ello, resulta contradictorio aceptar y promover deliberadamente el acabamiento de la vida de quienes pueden llegar a situaciones de debilidad, dependencia de otros y enfermedad terminal”.
Afirman que la eutanasia, entendida como el acto deliberado de acabar con la vida de una persona, sea a petición propia o por decisión de un tercero, y el suicidio asistido son ética y moralmente reprobables.
Los componentes de la plataforma matizan que “matar o ayudar a matarse” no es lo mismo éticamente que “dejar morir”, cuando no hay terapia y el estado del paciente es irreversible. En ese sentido, suspender un tratamiento calificado como fútil en situaciones carentes de expectativas terapéutica no supone eutanasia, ni activa ni pasiva, siempre que se cuente con el consentimiento informado válido del paciente o de sus representantes legales.
Concluyen afirmando el derecho de los pacientes a una muerte natural, equivalente a una muerte digna.

Carta al corazón de Beppino Englaro, padre de Eluana


Querido señor Englaro:

Llevo meses siguiendo las vicisitudes de la batalla legal que comenzó usted hace quince años. Le felicito porque ha conseguido que por fin los más altos tribunales de la Nación que fue cuna del Derecho le hayan dado la razón.

Me imagino que esta batalla con las instituciones de su país le habrá dejado extenuado. Al sufrimiento de un padre que no consigue resignarse a que su hija haya quedado inmovilizada e inconsciente, en estado vegetativo para el resto de sus días, se añade la inquietud e intranquilidad de estar en el ojo del huracán de la opinión pública. ¡Cuántas cosas habrá tenido que oír durante estos últimos años! Últimamente, hace sólo unos días, debió de escuchar de un alto cargo del Vaticano que lo que usted quería hacer es una monstruosidad. Ciertamente, la afirmación se refiere sólo a la acción que se proponer realizar y no es un insulto a su persona, pero es fácil que muchos opinen que es usted un monstruo al que no le importa dejar morir de inanición a su hija, en una lenta agonía de aproximadamente quince días de duración.

No apelo a su conciencia, señor Englaro, porque usted está actuando según ella. No es el mero interés o el desinterés lo que le ha mantenido al pie del cañón durante todos estos largos años en los que su hija yacía inerte, alimentada e hidratada mediante una sonda nasogástrica. Es precisamente su conciencia la que le ha sostenido en pie durante todo este tiempo. Usted ha mantenido siempre que Eluana, su hija, había manifestado claramente su voluntad antes de que fuera víctima del accidente de tráfico que la dejó en estado vegetativo. Así se lo explicó en una carta personal al Presidente del Gobierno, Ciampi. Eluana no hubiera querido vivir en esas condiciones, alimentada artificialmente, y en la condición de un vegetal.

Usted, señor Englaro, ha seguido los dictámenes de su conciencia y hoy podría decir con voz cantante –digo sólo que podría, aunque dudo mucho que lo haga- que ha vencido la batalla y que sus oponentes callen y enmudezcan puesto que los más altos tribunales del país del Derecho han hablado y le han reconocido haber actuado según derecho. Sin embargo, estos oponentes no callan. Hace tan sólo diez horas que la subsecretaria de Sanidad, Eugenia Roccella, le ha dirigido estas palabras: “Beppino Englaro, padre de Eluana, ha vencido su batalla legal. Ahora asuma su responsabilidad y no dé cumplimiento a la sentencia.

Yo no me dirijo a su conciencia, señor Englaro, sino a su corazón. Eugenia Roccella tiene razón en una cosa. Usted no está obligado a seguir la sentencia, puesto que ésta se limita a darle a usted la responsabilidad de su acción. Ahora, gracias a ella, Señor Englaro, usted se encuentra en su derecho de poner punto final a la existencia de su hija, sin que esta acción sea considerada por el mundo civilizado como un asesinato u homicidio. Está usted en su derecho de evitar a su hija lo que usted mismo denominó un “encarnizamiento terapéutico”. Ahora la responsabilidad es toda suya.

Señor Englaro, el mundo no sale adelante sólo por el derecho ni tampoco lo más importante es que le den a uno la razón. Eso ya lo tiene. Se lo acaban de dar. Pero ahora puede plantearse hacer algo más grande y dejar actuar a la misericordia. No es el único que ama a su hija. Sor Rosangela la ha cuidado desde hace quince años. ¿Cree que los cuidados de esta monja de la Misericordia son constitutivos de encarnizamiento terapéutico? ¿Cree que realmente es un acto bueno sustraer a su hija de esos amorosos cuidados y dejarla morir? ¿Cree que eso es una muerte digna? La indignidad está en quien causa la muerte y no en el paciente. Ciertamente, su hija siempre morirá dignamente porque ella no es responsable de su muerte… ¿O quizá sí? Si realmente la sentencia judicial ha admitido que Eluana había manifestado esa voluntad, entonces ¿dejará que su hija sea culpable de suicidio? Ella misma habría sido la causante de su propia muerte. Y usted entonces sería su cómplice.

Pero es que además, señor Englaro, su hija no es la única persona que se encuentra en estado vegetativo. Su caso puede ser la punta de lanza del movimiento que promueve la eutanasia. Su caso límite, extremo, puede ser utilizado para cambiar la sensibilidad ética de la gente y para que se vea como algo bueno y digno el dejar morir a los enfermos que se encuentran en estado vegetativo sin proporcionarles el alimento y la bebida.

Aproveche esta ocasión que le brinda la providencia para actuar bien y santamente. Ame a su hija con un amor más grande. Apueste por la vida y no se convierta en ocasión ni permita ser manipulado por quienes son los cultivadores de la cultura de la muerte

jueves, 13 de noviembre de 2008

El caso de Eluana Englaro paso a paso



Reproducimos el artículo publicado en Juristas Cristianos en el que relatan los hechos fundamentales del caso Eluana Englaro.


En los próximos días el movimiento en favor de la eutanasia utilizará a buen seguro el caso de Eluana Englaro, puesto que el Tribunal de Casación de Italia ha desestimado por falta de legitimación el recurso presentado por el Fiscal para suspender la decisión de la Corte de Apelación de Milán, que había autorizado a Beppino Englaro a que se retirara la sonda nasogástrica que servía para alimentar e hidratar a su hija, en estado vegetativo desde hace dieciséis años.
En resumen los jueces han estimado que se puede retirar la sonda de alimentación e hidratación siempre que concurran dos circunstancias probadas: el estado vegetativo irreversible y la certeza de que el paciente hubiese manifestado su voluntad en ese sentido, en el caso de encontrarse en esas circunstancias. El problema jurídico es el siguiente: ¿puede equipararse la alimientación y la hidratación -que forman parte de los cuidados y atenciones naturales que toda persona debe prestar a sus semejantes- con una forma de tratamiento terapéutico? ¿Cabe denominar encarnizamiento terapéutico a esa acción de alimentar? ¿Es humano dejar morir a alguien de inanición a pesar de que lo haya solicitado? ¿No se estarán abriendo las puertas a la eutanasia de miles de personas que se encuentran en estado vegetativo? (continuar leyendo el artículo)

miércoles, 12 de noviembre de 2008

La decisión de Hannah Jones

Ha sido noticia hoy en el mundo la decisión de una adolescente de trece años: se ha negado a que le trasplanten un corazón para sustituir el suyo, gravemente afectado desde hace años por la leucemia y por la medicación. Hay quien ha aprovechado la ocasión para defender el derecho a la muerte digna (véase la imagen). Sin embargo, más que del derecho a morir habría que hablar del derecho a no ser sometido a tratamientos médicos que supongan un encarnizamiento terapéutico. Son cosas distintas.
Hay también quien ha aprovechado la ocasión para defender los derechos del menor frente a la autoridad paterna. Pero tampoco ha sido éste el caso. Más bien eran las autoridades médicas las que pretendían imponer un trasplante de corazón a la adolescente. Sus padres la apoyaban a ella y temían que les fueran a quitar la custodia de su hija.
Así que no queda más que respetar el derecho de Hannah y de sus padres a que "les dejen en paz" y no les impongan una terapias tan excepcionales como el trasplante de corazón. Transcribimos la noticia desde
intramed.net

Hannah Jones tiene sólo 13 años pero la madurez de un adulto y es capaz de decidir entre la vida y la muerte. Así se lo han reconocido, tras más de un año de controversias, los médicos que querían obligarla a someterse a un trasplante de corazón para prolongar su vida. Ella no quiere, y al final se ha impuesto su voluntad sobre la de los especialistas.
Hannah padece una extraña forma de leucemia desde los cinco años. Para parar el cáncer, fue sometida a una brutal cura de quimioterapia que acabó provocándole un agujero en el corazón. El año pasado le implantaron un marcapasos, pero su corazón ya no aguanta. La única solución es someterla a un trasplante. Y ella no quiere. La intervención no le garantiza la vida. Dentro de 10 años tendría que volver a ser trasplantada y, entretanto, los medicamentos que tendrían que suministrarle para evitar un rechazo del nuevo órgano amenazan con reavivar la leucemia. Hannah prefiere arriesgarse a seguir como está ahora y resignarse a morir en casa, en Marden, al oeste de Inglaterra, rodeada de su familia, cuando llegue el momento. Sus padres la apoyan y aseguran que apenas han influido en su decisión.
"Obviamente queremos que Hannah esté con nosotros todo el tiempo que sea posible, pero no vamos a forzarla a hacer algo que ella no quiere", ha declarado su padre, Andrew Jones, de 43 años, auditor de profesión. "Ha estado toda su vida entrando y saliendo del hospital y ha decidido que ya es suficiente. No es una decisión impulsiva y no es de ninguna manera definitiva. Si cambia de opinión, también la apoyaremos".
La niña ha demostrado una madurez y un temple extraordinarios y lleva meses resistiéndose a la presión de los médicos. Desde hace más de un año ha estado hablando de la posibilidad de un trasplante con los especialistas del hospital infantil de Birmingham, donde le implantaron el marcapasos, y del Great Ormond Street Hospital de Londres, donde tenía que llevarse a cabo el trasplante. Pero un médico de su hospital local, en Hereford, se empeñó en forzar el trasplante y quiso suministrarle un medicamento para trasladarla a Londres, que ella no quiso tomar. El facultativo decidió llevar el caso a las autoridades por entender que era del interés de Hannah someterla al trasplante aunque fuera contra su parecer.
"Creíamos que nos la iban a quitar de nuestras manos contra nuestra voluntad. Toda la familia era un mar de lágrimas", ha relatado el padre. Por ello, escribieron a los responsables provinciales del hospital oponiéndose a la intervención, pero sin éxito. Su director ejecutivo, Chris Bull, describió a Hannah como "una joven mujer gallarda y valiente", pero defendió la decisión tomada por los médicos.
Los tratamientos forzosos no son algo excepcional. Se realizan, por ejemplo, cuando los padres de un niño se oponen a ello por razones religiosas. Pero en este caso es el propio paciente el que se opone, y no por causas religiosas sino apelando a su propia dignidad.
El caso fue elevado a los tribunales, pero no ha llegado a fallarse. Una asistente social se entrevistó a solas con Hannah Jones y llegó a la conclusión de que la niña está perfectamente informada de las consecuencias de su decisión y que tiene la madurez suficiente para decidir por sí misma. El hospital ha renunciado finalmente a forzar el trasplante y ha escrito a los padres insistiendo en que siempre ha actuado defendiendo el interés de la chica. Pero no se han disculpado. "Es indignante que la gente del hospital insinúe que nosotros no hemos actuado en defensa de lo mejor para nuestra hija", se ha quejado la madre, Kirsty, que conoce muy bien las penalidades de Hannah, como madre y como enfermera de cuidados intensivos que es.
La decisión de la joven y el hecho de que los médicos hayan optado por acabar aceptándola es perfectamente coherente con lo previsto por la legislación británica para estos casos. En 1980, la Cámara de los Lores dictaminó que un niño que comprende las consecuencias de sus decisiones ha de ser considerado legalmente competente para hacerlo. En España, la situación de Hannah estaría cubierta, desde diciembre de 2002, por la Ley de Autonomía del Paciente. Ésta establece que a partir de los 16 años, el menor tiene derecho a decidir. Si es más joven, pero entiende lo que hace, también.
"Creo que en este caso algunos doctores han entendido que tenían que intervenir y tomar la decisión que consideraban más adecuada en defensa de lo mejor para el paciente. Pero por supuesto lo mejor para el enfermo no se ha de decidir únicamente en función de la óptica médica, sino teniendo en cuenta el interés global de una persona en general", opina el doctor Tony Calland, presidente del comité ético de la Asociación Médica Británica.
Los sufrimientos de Hannah Jones no se reducen a sus penalidades médicas y su conflicto con los doctores. La semana pasada tuvo que renunciar a una de las ilusiones de su vida: visitar Disneylandia antes de morir. La organización caritativa Caudwell Children se había ofrecido a pagarle el viaje a Florida (Estados Unidos), pero a última hora tuvo que ser cancelado porque ninguna compañía aseguradora ha querido extenderle un seguro médico dado su precario estado de salud.