viernes, 14 de noviembre de 2008

Carta al corazón de Beppino Englaro, padre de Eluana


Querido señor Englaro:

Llevo meses siguiendo las vicisitudes de la batalla legal que comenzó usted hace quince años. Le felicito porque ha conseguido que por fin los más altos tribunales de la Nación que fue cuna del Derecho le hayan dado la razón.

Me imagino que esta batalla con las instituciones de su país le habrá dejado extenuado. Al sufrimiento de un padre que no consigue resignarse a que su hija haya quedado inmovilizada e inconsciente, en estado vegetativo para el resto de sus días, se añade la inquietud e intranquilidad de estar en el ojo del huracán de la opinión pública. ¡Cuántas cosas habrá tenido que oír durante estos últimos años! Últimamente, hace sólo unos días, debió de escuchar de un alto cargo del Vaticano que lo que usted quería hacer es una monstruosidad. Ciertamente, la afirmación se refiere sólo a la acción que se proponer realizar y no es un insulto a su persona, pero es fácil que muchos opinen que es usted un monstruo al que no le importa dejar morir de inanición a su hija, en una lenta agonía de aproximadamente quince días de duración.

No apelo a su conciencia, señor Englaro, porque usted está actuando según ella. No es el mero interés o el desinterés lo que le ha mantenido al pie del cañón durante todos estos largos años en los que su hija yacía inerte, alimentada e hidratada mediante una sonda nasogástrica. Es precisamente su conciencia la que le ha sostenido en pie durante todo este tiempo. Usted ha mantenido siempre que Eluana, su hija, había manifestado claramente su voluntad antes de que fuera víctima del accidente de tráfico que la dejó en estado vegetativo. Así se lo explicó en una carta personal al Presidente del Gobierno, Ciampi. Eluana no hubiera querido vivir en esas condiciones, alimentada artificialmente, y en la condición de un vegetal.

Usted, señor Englaro, ha seguido los dictámenes de su conciencia y hoy podría decir con voz cantante –digo sólo que podría, aunque dudo mucho que lo haga- que ha vencido la batalla y que sus oponentes callen y enmudezcan puesto que los más altos tribunales del país del Derecho han hablado y le han reconocido haber actuado según derecho. Sin embargo, estos oponentes no callan. Hace tan sólo diez horas que la subsecretaria de Sanidad, Eugenia Roccella, le ha dirigido estas palabras: “Beppino Englaro, padre de Eluana, ha vencido su batalla legal. Ahora asuma su responsabilidad y no dé cumplimiento a la sentencia.

Yo no me dirijo a su conciencia, señor Englaro, sino a su corazón. Eugenia Roccella tiene razón en una cosa. Usted no está obligado a seguir la sentencia, puesto que ésta se limita a darle a usted la responsabilidad de su acción. Ahora, gracias a ella, Señor Englaro, usted se encuentra en su derecho de poner punto final a la existencia de su hija, sin que esta acción sea considerada por el mundo civilizado como un asesinato u homicidio. Está usted en su derecho de evitar a su hija lo que usted mismo denominó un “encarnizamiento terapéutico”. Ahora la responsabilidad es toda suya.

Señor Englaro, el mundo no sale adelante sólo por el derecho ni tampoco lo más importante es que le den a uno la razón. Eso ya lo tiene. Se lo acaban de dar. Pero ahora puede plantearse hacer algo más grande y dejar actuar a la misericordia. No es el único que ama a su hija. Sor Rosangela la ha cuidado desde hace quince años. ¿Cree que los cuidados de esta monja de la Misericordia son constitutivos de encarnizamiento terapéutico? ¿Cree que realmente es un acto bueno sustraer a su hija de esos amorosos cuidados y dejarla morir? ¿Cree que eso es una muerte digna? La indignidad está en quien causa la muerte y no en el paciente. Ciertamente, su hija siempre morirá dignamente porque ella no es responsable de su muerte… ¿O quizá sí? Si realmente la sentencia judicial ha admitido que Eluana había manifestado esa voluntad, entonces ¿dejará que su hija sea culpable de suicidio? Ella misma habría sido la causante de su propia muerte. Y usted entonces sería su cómplice.

Pero es que además, señor Englaro, su hija no es la única persona que se encuentra en estado vegetativo. Su caso puede ser la punta de lanza del movimiento que promueve la eutanasia. Su caso límite, extremo, puede ser utilizado para cambiar la sensibilidad ética de la gente y para que se vea como algo bueno y digno el dejar morir a los enfermos que se encuentran en estado vegetativo sin proporcionarles el alimento y la bebida.

Aproveche esta ocasión que le brinda la providencia para actuar bien y santamente. Ame a su hija con un amor más grande. Apueste por la vida y no se convierta en ocasión ni permita ser manipulado por quienes son los cultivadores de la cultura de la muerte

No hay comentarios: